Ayer veía cómo Argentina se iba de la Copa América y una vez más sentía esa amarga desilusión que nos da el fútbol. Con el paso de los años, no sé si la madurez o simplemente los malos resultados fueron curtiendo esa incoherente angustia que sentía cuando la selección nacional quedaba afuera de algún campeonato de cualquier índole, lejos estoy de las lágrimas de Francia `98 después de que Holanda nos dejara afuera o de aquel partido contra Suecia en el que no había forma de romper el empate y superar aquella insignificante fase de grupos. En los mundiales siguientes ya no existieron las lágrimas, fui perdiendo la tristeza, tuve esbozos de bronca y finalmente dejé lugar a la indiferencia.
Uno sigue puteando, sigue gritando algún gol y buscando detrás de esa extraña pasión una explicación de por qué nos interesa el fútbol, supongo que no hay explicación alguna, justamente por eso se utiliza el término Pasión, algo inexplicable e intransferible, una pasión que un yanky nunca va a entender.
Asi como yo no puedo entender el "beisball" o el aburridísimo fútbol americano, el yanky nunca va a entender la pasión por el "soccer" y les chupa un huevo. La pasión en el país del norte sigue existiendo incipientemente en algunos torneos locales como el que describe Hernan Iglesias Illia en un relato que leí hace unos meses en la Orsai o bien en la extraña Major League Soccer en donde se mezclan veteranos de todo el mundo buscando un cómodo retiro y norteamericanos desorientados que insinúan tener una pasión que bien saben que nunca tendrán.
En ese contexto uno puede recordar que en un esfuerzo por despertar una pasión inclasificable, en los 70, un grupo de yankys inquietos formaron un equipo con estrellas inusuales para un fútbol tan parco y de la mano de Pele, Beckenbauer y Carlos Alberto lograron hacer bastante ruido, lo suficiente para que todos sepamos quiénes fueron los New York Cosmos pero no para que el equipo durará más de diez años en el ambiente.
Bastante tiempo después, en otro contexto, en el que la selección norteamericana de fútbol podría tener más ambiciones que la argentina, más allá de que la pasión siga siendo algo tan lejano para ellos como una conquista deportiva para nosotros, en este tiempo donde la buena comunicación podría remplazar los sentimientos por este deporte idiota, en este tiempo extraño de campañas pasionales y de indiferencia deportiva, en este tiempo se puede entender cómo un simple video animado con el relato en un inglés brasileralizado de un viejo Carlos Alberto nos puede hacer pensar que se viene algo lindo, que la pasión por fin retorna, que vamos a poder sentir el fútbol como nunca se volvió a sentir, que por fin, señoras y señores vuelve el Cosmos.
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